Día Decimo octavo de Noviembre

                               

Caridad.

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Este es el mayor y el primer mandamiento, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. — San Mateo. 22:38

¡Oh, qué grande era el amor que Jesucristo tenía por los pobres! Él eligió el estado de pobreza, es Padre de los pobres, da por hecho para sí lo que se hace por ellos. Conviene, pues, amar a los pobres con un amor especial, viendo en ellos la persona de Jesucristo, y hacer todo por ellos como si se hiciera por Él. — San Vicente de Paúl

Este santo, de quien se podría decir que llevaba a los pobres en su corazón, al oír la noticia de una amenaza de hambre, suspiró profundamente, diciendo: “Siempre que pienso en esto me aflijo; No es para nuestra sociedad, sino para los pobres. Podemos salir de nuestra casa y pedir pan; si no nos lo dan podemos trabajar en las parroquias; pero los pobres, ¿qué harán? ¿Dónde irán?"

Denysiot, un digno sacerdote de la diócesis de Autun, con motivo de una hambruna se privó de todo menos lo más mínimo para ayudar a los pobres de su parroquia. Su única comida del día consistía en algunas verduras cocidas en agua y sal y pan de centeno. Era el padre de los indigentes. Siempre que hablaba del amor a los pobres, sus palabras eran tan eficaces que abrían los corazones y las bolsas de la gente. Su caridad era tan ingeniosa que tenía en su casa una especie de almacén donde guardaba ropa de hombres, mujeres y niños, para vestirlos y también darles pan cuando estuvieran sin trabajo. Su deleite era visitar las cárceles, consolar a los allí presos, consolar a los pobres en los hospitales y darles todo el socorro espiritual y corporal que la gran caridad que su corazón sentía por ellos. Deseaba pasar su vida con ellos..

Oración

Oh mi Salvador, que quieres ser pobre y que amas tanto a los pobres que recompensarás todo lo que se haga por ellos como si se hiciera por ti, dame un gran amor por los pobres y concédeme que no sea un amor sin obras.