Caridad.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Este es el mayor y el primer mandamiento, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. — San Mateo. 22:38
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Este es el mayor y el primer mandamiento, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. — San Mateo. 22:38
Al alma que ama a Dios como debe amarle, le basta saber que una cosa es buena, es para gloria de Dios, hacerla inmediatamente, sin vacilación, con deseo de agradar a Dios y mostrarle su amor. ¡Oh Dios mío, qué fáciles haces las cosas más difíciles a quienes te aman ardientemente y abandonan todo por tu amor! — Santa Teresa.
Esta santa deseaba ardientemente una reforma en su regla para estar más desprendida de todas las cosas y seguir más perfectamente su vocación. Sin embargo, lo deseaba con tal espíritu, que si el Señor le hubiera hecho entender que quería que abandonara del todo la empresa, lo hubiera hecho al instante y sin dolor alguno. Fue para realizar este gran deseo que ardía en ella, es decir, hacer sólo lo que más agrada a Dios, lo que la impulsó a hacer voto de hacer siempre lo que sabía que era más perfecto. Para muchos podría ser imprudente hacer semejante voto; pero al hacer esto, Santa Teresa sintió que Dios se lo pedía. Ella nunca dejó de cumplir su promesa en ningún momento.
La Iglesia, en las oraciones en las que invoca a San Ignacio de Loyola, nos hace comprender que el verdadero y distintivo carácter de este santo fue el de hacer todo para mayor gloria de Dios, y que Dios lo eligió para propagar este gran designio.
¡Qué exceso de humillaciones y austeridades, qué fatigas y peligros no sufrió San José Labre para agradar a Dios, porque sabía que Dios se lo pedía! Este pensamiento, Dios quiere, allanó todas las dificultades y le facilitó lo que de otro modo le habría resultado más doloroso. Se animó pronunciando frecuentemente estas palabras, Dios lo quiere, que se convirtieron en su lema..
La Iglesia, en las oraciones en las que invoca a San Ignacio de Loyola, nos hace comprender que el verdadero y distintivo carácter de este santo fue el de hacer todo para mayor gloria de Dios, y que Dios lo eligió para propagar este gran designio.
¡Qué exceso de humillaciones y austeridades, qué fatigas y peligros no sufrió San José Labre para agradar a Dios, porque sabía que Dios se lo pedía! Este pensamiento, Dios quiere, allanó todas las dificultades y le facilitó lo que de otro modo le habría resultado más doloroso. Se animó pronunciando frecuentemente estas palabras, Dios lo quiere, que se convirtieron en su lema..
Oración
Dios mío, haré por tu amor lo más perfecto, todo lo que sé que te será más agradable. No haré nada más que para Tu gloria.