Caridad.
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Este es el mayor y el primer mandamiento, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. — San Mateo. 22:38
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Este es el mayor y el primer mandamiento, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. — San Mateo. 22:38
Jesucristo amó tanto a nuestro prójimo que dio su vida por él. Nuestro Salvador se regocija cuando nos sacrificamos para hacerle bien. Todo lo que hacemos por nuestro prójimo para agradar a Dios, para mostrarle nuestro amor, le resulta sumamente agradable. Oh, si entendiéramos bien la importancia que tiene la virtud de la caridad para con el prójimo, con qué celo no realizaríamos actos de esta virtud —Santa Teresa
Santa Magdalena de Pazzi solía decir que consideraba perdido el día en que no ejerciera alguna caridad hacia su prójimo.
San Vicente de Paúl vivió de no ser por esto. Nunca perdió una oportunidad de practicar esta virtud.
Una joven, que siempre había llevado una vida inocente, decidió mostrar su amor a Jesucristo haciendo algo por los pobres. Ella no era rica, por lo que no podía dar muchas limosnas. Por lo tanto, se ofreció voluntaria para remendarles la ropa, y durante muchos años ésa fue su ocupación. Estando un día sola en un camino, se encontró con una persona pobre a la que nunca antes había visto. “Señorita”, dijo, “tengo una noticia que contarle; Bendice al Señor, porque dentro de seis días morirás”. Estas palabras, lejos de turbarla o entristecerla, la alegraron. Se apresuró a volver a casa para contar lo que había oído, pero la convencieron de que no le prestara atención. “No pierdo nada”, dijo, “al prepararme para la muerte, además creo que es una advertencia de lo alto y bendigo a Dios”. Hizo todos sus preparativos, segura de que era Jesucristo quien había hablado en esta pobre persona. Al cabo de seis días, murió con sentimientos de gran piedad, regocijándose de haber amado a los pobres.
San Vicente de Paúl vivió de no ser por esto. Nunca perdió una oportunidad de practicar esta virtud.
Una joven, que siempre había llevado una vida inocente, decidió mostrar su amor a Jesucristo haciendo algo por los pobres. Ella no era rica, por lo que no podía dar muchas limosnas. Por lo tanto, se ofreció voluntaria para remendarles la ropa, y durante muchos años ésa fue su ocupación. Estando un día sola en un camino, se encontró con una persona pobre a la que nunca antes había visto. “Señorita”, dijo, “tengo una noticia que contarle; Bendice al Señor, porque dentro de seis días morirás”. Estas palabras, lejos de turbarla o entristecerla, la alegraron. Se apresuró a volver a casa para contar lo que había oído, pero la convencieron de que no le prestara atención. “No pierdo nada”, dijo, “al prepararme para la muerte, además creo que es una advertencia de lo alto y bendigo a Dios”. Hizo todos sus preparativos, segura de que era Jesucristo quien había hablado en esta pobre persona. Al cabo de seis días, murió con sentimientos de gran piedad, regocijándose de haber amado a los pobres.
Oración
Dios mío, dame un gran amor por los pobres, un amor que me haga ver a Jesucristo en ellos y me inspire a hacer todo lo que esté a mi alcance por ellos.