Día Vigesimo Cuarto de Noviembre

                                   

Caridad.

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Este es el mayor y el primer mandamiento, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. — San Mateo. 22:38

Entre aquellos a quienes entendemos por prójimo, no hay nadie que merezca más este título que nuestros servidores. Están más cerca de nosotros, viven bajo el mismo techo, comen el mismo pan; deberían ser los principales objetos de nuestro amor. Practiquemos hacia ellos todos los actos de verdadera caridad. Esto no debe basarse en exigencias de carne y sangre, ni en cualidades personales, sino que debe ser todo para Dios. — San Francisco de Sales

Es de desear que toda mujer cristiana copie la manera admirable en que cierta mujer se comportaba con su marido, sus hijos y sus sirvientes. Sólidamente virtuosa, no había nada de austero en su piedad, nada repulsivo, nada más que gracia. El fin que se proponía en todo lo que hacía y decía era hacer amar y practicar la virtud por amor de Nuestro Salvador, que era el Dios de su corazón. Nunca dejó de ofrecer familia a Dios a través de la Santísima Virgen, a quien tenía gran devoción. 

A su marido le decía: “Tenemos una gran responsabilidad. Al trabajar por la salvación de aquellos que nos han sido confiados, aseguramos nuestra propia salvación. Debemos darles buen ejemplo y orar mucho por ellos”. 

A la hora fijada para levantarse, fue ella misma a despertarlos. “Bendigamos a Dios, hijos míos; entregad vuestro corazón a Dios, que es vuestro Padre; levántate con modestia, pronuncia los santos nombres de Jesús, María, José, toma religiosamente agua bendita, arrodíllate y adora a tu Creador”. Luego rezó la oración de la mañana con ellos y con todos los sirvientes. Después de las oraciones, les leyó una breve meditación, para enseñarles a reflexionar sobre las grandes verdades de la salvación. Ofrecieron su trabajo del día a Dios, deseando caminar en Su presencia siempre. 

Con frecuencia decía a sus hijos que, aunque los amaba mucho, preferiría oír hablar de su muerte antes que saber que habían cometido un pecado mortal. Había un tiempo en el día para el catecismo, otro para el rosario y otro para la lectura espiritual, excelente práctica para alimentar nuestras almas con alimento celestial, con pensamientos de Dios, en lugar de lecturas vana, vacías e inútiles. 

¡Ojalá Dios fuera tan bien servido por todas las madres cristianas!.

Oración

Dios mío, lléname de un santo celo por la santificación de aquellos encomendados a mi cuidado. Les enseñaré su deber si Tú me ayudas. Concédeme darles un buen ejemplo y dejar de orar por ellos..