Día Vigésimo de Noviembre

                                

Caridad.

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Este es el mayor y el primer mandamiento, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. — San Mateo. 22:38

Para tener al prójimo el amor que manda Nuestro Salvador, nuestro corazón debe ser bueno, caritativo, complaciente, incluso en el momento en que sentimos hacia él repugnancia por algún defecto natural o moral. Amar así es amar por amor a Dios. La máxima de los santos era que al amar y hacer el bien nunca debemos considerar a la persona a quien hacemos el servicio sino a Aquel para quien se realiza. — San Francisco de Sales

Santa Juana Francisca sentía un afecto singular por aquellos en quienes veía algunos defectos o que le habían dado motivos para sufrir. "Es bueno que tengamos algo que sufrir", dijo. “Nuestro Salvador nos ha dado una ley fundamental que llevamos con nuestro prójimo; pero si nuestro prójimo no tiene culpa, o si no nos hace ningún mal, ¿en qué podremos soportarlo? Escribió lo siguiente a una religiosa de su Orden que sentía gran dificultad para soportar las faltas de otra de la casa: “Hija mía, reflexiona a menudo sobre aquellas palabras del Evangelio: Jesucristo nos ha amado y nos ha lavado en su sangre . Note, que Él no esperó a purificarnos de nuestros pecados para amarnos, sino que nos amó cuando aún éramos viles y manchados de pecado; fue después de habernos amado que nos purificó. Amemos a nuestro prójimo, aunque esté lleno de faltas, y como es imposible lavar sus imperfecciones con nuestra sangre, deseemos dar la última gota para ese fin”.

Oración

Dios mío, dame un corazón lleno de caridad y bondad para con mi prójimo. Es por Ti lo amaré. Es a Ti a quien veré en su persona. No olvidemos que es una ley esencial que debemos soportar con nuestro prójimo.