Día Vigésimo Sexto de Noviembre

                                     

Caridad.

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Este es el mayor y el primer mandamiento, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. — San Mateo. 22:38

El verdadero amor, que es el único meritorio y duradero, proviene de una caridad que nos hace amar al prójimo en Dios y para Dios; es decir, porque Dios quiere que le amemos, y porque nuestro prójimo es querido por Dios, o porque Dios está en él. No está mal amarlo por otros motivos honorables, porque nos ha hecho algún bien, o porque vemos en él hermosas cualidades, si al mismo tiempo lo amamos más por Dios que por estos motivos humanos. Sin embargo, cuanto menos lo amamos por estas cualidades naturales, más puro y perfecto es nuestro amor. Este amor puro no nos impide amar a ciertas personas más que a otras, ya sea porque nuestra preferencia proviene de su mayor semejanza con Dios, o porque Dios así lo quiere. ¡Oh, qué raro es este tipo de amor! — San Francisco de Sales

Este santo siempre consideró a Dios en el prójimo, y al prójimo en Dios. De ahí el respeto y el amor que mostraba hacia todos, el civismo en todas sus acciones. Podría decirse que su cortesía hacia todos fue un acto de religión. Escribió lo siguiente al superior de un convento: “Ten equilibrio con tus hijas, no sea que distribuyas tus afectos o favores según sus cualidades naturales. ¡Cuántos hay que no son de nuestro gusto y que son agradables a Dios! La caridad considera la verdadera virtud y la belleza del alma y se difunde sobre todos sin parcialidad”.

Una de las principales virtudes de San Vicente de Paúl fue ver sólo a Dios en los hombres, y en ellos honrar sus divinas perfecciones. Estas consideraciones despertaron en su corazón un amor lleno de respeto hacia todos, pero especialmente hacia los sacerdotes, porque veía en ellos una imagen perfecta del poder y de la santidad del Creador.

Santa Magdalena de Pazzi amaba a las criaturas porque Dios las amaba. Ella se regocijó por el amor que Él tenía por ellos y por la perfección que les comunicaba. Poco antes de su muerte, dijo que el gran amor que tenía por todos los religiosos del monasterio no tenía otro motivo que el amor de Dios..

Oración

Dios mío, amo a mi prójimo en ti y por ti, porque tú quieres que lo ame, porque te es querido y tú estás en él. Que todos mis actos de civilidad sean otros tantos actos de religión.