Profecía del 8 de Diciembre de 1956 en la Fiesta del Inmaculado Corazón de María

      

En la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, el 8 de Diciembre de 1956:

Nuestra Santísima Madre habla: 

“¡El mundo hoy me honra, pero mi Corazón de Madre sangra, porque el enemigo está a nuestras puertas! ¡Los hombres están ofendiendo demasiado a Dios! Si te mostrara el número de pecados cometidos en un solo día, ¡te morirías de horror y de dolor! Los pecados que más angustian a Dios, son los de las almas que deben perfumar el aire con la fragancia de sus virtudes. En cambio, contaminan (con sus vidas pecaminosas) a quienes se acercan a ellos”.

“Los tiempos son dolorosos. ¡El mundo entero está alborotado, porque SE HA VUELTO PEOR QUE EN EL TIEMPO DEL DILUVIO!”

“Todo está en suspenso, como un hilo; cuando este hilo se rompa, la justicia de Dios caerá como un rayo y completará su terrible curso de purificación”.

Sor Elena preguntó: “¿Qué será de Italia?”.

La Virgen María respondió: “Italia, hija mía, será humillada, purificada en sangre, y deberá sufrir mucho, porque muchos son los pecados de esta amada patria, sede del Vicario de Cristo. ¡No te imaginas lo que pasará! En esos días tristes habrá mucha angustia y llanto. Habrá una gran revolución, y las calles estarán rojas de sangre”.

“El Papa sufrirá mucho, y todo este sufrimiento será como una agonía, que acortará su peregrinaje terrenal. Su sucesor guiará la barca en la tempestad”.

“Sin embargo, el castigo de los impíos no se demorará. ¡Ese día será el más temible del mundo! ¡La tierra temblará, toda la humanidad será sacudida! Los malvados y obstinados perecerán en la tremenda severidad de la justicia del Señor”.

“Lanza de inmediato un mensaje al mundo, para aconsejar a los hombres que se vuelvan a Dios por medio de oraciones y penitencias, y que vengan con confianza a mi Inmaculado Corazón. Mi intercesión debe manifestarse, porque soy la Madre de Dios, de los justos y de los pecadores. A través de la oración y la penitencia, mi misericordia podrá detener la mano de la justicia de Dios”.