Profecía del Viernes santo del 7 de Abril de 1950

   

Viernes Santo del 7 de Abril de 1950:

Sor Elena Aiello pregunta a Nuestra Santísima Madre: ¿Qué será de Italia? ¿Se salvará Roma?

La Virgen respondió: En parte, por el Papa. ¡La Iglesia estará en dolores de parto, pero las fuerzas del Infierno no pueden prevalecer! Debéis sufrir por el Papa y por Cristo, y así Cristo estará a salvo en la tierra; y el Papa, con su palabra redentora, salvará, en parte, al mundo.

Entonces la Virgen se acercó y con expresión triste me mostró las llamas del Infierno. Ella dijo: ¡Satanás reina y triunfa en la tierra! Mira cómo las almas van cayendo al Infierno. ¡Mira cuán altas son las llamas y las almas que caen en ellas como copos de nieve, pareciendo brasas transparentes! ¡Cuántas chispas! ¡Cuántos gritos de odio y de desesperación! ¡Cuánto dolor!

¡Mira cuántas almas sacerdotales! ¡Mirad el signo de su consagración en sus manos transparentes! (¡En las palmas de sus manos se veía claramente la señal de la cruz, en fuego más vivo!) ¡Qué tormento, hija mía, en mi Corazón maternal! ¡Grande es mi dolor al ver que los hombres no cambian! La justicia de Dios Padre exige reparación, de lo contrario, ¡muchos se perderán!

¡Mira cómo arderá Rusia! Ante mis ojos se extendía un inmenso campo cubierto de llamas y humo, en el cual las almas se sumergían como en un mar de fuego.

“Y todo este fuego”, concluyó la Virgen, “no es el que caerá de las manos de los hombres, sino que será arrojado directamente de los Ángeles (en el momento del gran castigo o purificación que vendrá sobre la tierra). Por eso pido oración, penitencia y sacrificio, para poder actuar como Mediadora de mi Hijo para salvar las almas”.