Lucia Dos Santos, Francisco y Jacinta Marto, los pastorcitos que predicen el Milagro de Fátima.
El 13 de Octubre del año 1917, setenta mil personas asisten para ser testigos de uno de los prodigios más impresionantes visto por ojos humanos. Periodistas, personalidades públicas, ateos y creyentes presencian en la ciudad de Fátima Portugal el Milagro del Sol. Esta maravillosa señal del cielo entregada a través de las manos de la Virgen María a la humanidad, queda registrada hasta hoy, como una de las más extraordinarias después de la resurrección y la ascensión de Nuestro Señor Jesucristo.
El Milagro de Fátima se pudo observar tres veces seguidas en un pequeño lugar llamado Cova de Iria, teniendo una duración total de diez minutos como describen algunos testigos asombrados de tal suceso. Un escéptico portugués, de nombre Avelino de Almeida, periodista de los más importantes de su tiempo, escribió para un periódico masónico el relato del milagro de la siguiente manera:
“Desde lo alto de la carretera, donde se amontonan los carros y donde se hallan centenares de personas que no han tenido aliento para adentrarse en el barro, se ve a la inmensa multitud volverse hacia el sol, que está limpio de nubes, en pleno mediodía. El astro se asemeja a un disco de plata pálida y se le puede contemplar cara a cara sin ninguna molestia. Parece un eclipse. Pero he ahí que se eleva un colosal clamor y oímos que los espectadores más próximos a nosotros exclaman: ¡Milagro! ¡Milagro! ¡Maravilla!. [...] Ante admirados ojos de este pueblo, cuya actitud nos traslada a los tiempos bíblicos y que, presa de espanto, descubierta la cabeza, mira hacia el cielo azul, el sol ha temblado, ha realizado unos movimientos bruscos nunca vistos, fuera de todas las leyes cósmicas; el sol ha danzado, según la expresión típica de los campesinos. Subido sobre el estribo del coche de Torres Novas, un anciano cuya estatura y fisonomía suave, y a la vez enérgica, recuerdan las de Paul Deroulede, reza, vuelto hacia el sol y con grandes voces, el credo, desde el principio hasta el fin”.
Esta señal maravillosa también fue descrita de la siguiente forma:
“El sol estaba fijo en el cenit claro como un gran disco de plata brillando como cualquier sol que ellos hubieran visto, sin embargo, se lo podía mirar directamente sin cegar la vista, y con una satisfacción única y encantadora. Esto duró sólo un instante. Mientras lo contemplaban, el sol comenzó a “danzar”: esa fue la palabra que todos los observadores aplicaron al fenómeno. Primero se le vio girar rápidamente cual gigantesca rueda de fuego. Después de cierto tiempo se detuvo. Entonces giró de nuevo con velocidad vertiginosa, espeluznante, sobre sí mismo. Finalmente, apareció en el borde una orla carmín que se esparció por el cielo, irradiando haces de llamas rojo sangre, como si procediesen de un torbellino infernal, reflejándose sucesivamente sobre la tierra, los árboles y matorrales, sobre los rostros vueltos hacia lo alto y los trajes, una serie de brillantes colores: verde, rojo, naranja, azul violeta, todo el espectro, en suma. Girando locamente bajo esta apariencia, por tres veces, la ígnea esfera pareció temblar, estremecerse y después arrojarse precipitadamente en ingente zigzag hacia la multitud. “Un tremendo grito salió de los labios de miles de personas aterrorizadas, que se arrodillaron creyendo que había llegado el fin del mundo. Algunos dijeron que el aire se hizo más cálido en ese instante; no se hubiesen sorprendido si todo hubiese estallado en llamas, envolviéndoles y consumiéndoles”. [1]
Documental el Milagro del sol.
Referencias:
[1] Libro Nuestra Señora de Fátima, William Thomas Walsh.