Los autores del Novus Ordo Missæ

   


El nuevo Ordo Missae —si se consideran los elementos nuevos susceptibles de apreciaciones muy diversas, que aparecen en él sobreentendidas o implícitas— se aleja de modo impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada por la 22ª sesión del Concilio de Trento que, al fijar definitivamente los cánones del rito, levantó una barrera infranqueable contra toda herejía que pudiera atentar a la integridad del Misterio.

Así es como juzgan la nueva misa dos cardenales romanos, y no de los menos importantes, el cardenal Ottaviani, ex prefecto del Santo Oficio, y el cardenal Bacci, especialista indiscutible de liturgia, en su Carta entregada a Pablo VI, en octubre de 1969, presentando el Breve Examen Crítico del Nuevo Ordo Missæ.

Un siglo antes, Dom Guéranger enseñó:

Es esencial examinar las intenciones y las doctrinas de quienes proponen cambios en la liturgia, y estar en guardia contra ellos; incluso si están cubiertos con pieles de oveja y no tienen en sus bocas sino sólo bellas palabras de perfeccionamiento de regreso a la antigüedad. (Instituciones Litúrgicas, T. II, p. 738).

Tales evaluaciones, provenientes de dichas autoridades, ciertamente requieren un examen detallado de esta nueva misa.

Para entender un poco qué es la nueva misa, la examinaremos hoy desde dos ángulos:

– Sus autores.

– Sus objetivos.

I- LOS AUTORES DEL NOVUS ORDO MISSÆ

El responsable de la nueva misa fue Pablo VI, quien supervisó su composición y la promulgó. Pero el verdadero arquitecto de esta reforma litúrgica fue un masón, el obispo Annibale Bugnini.

Leer artículo externo del R. P. Michel Boniface (FSSPX) que trata de las pruebas de la inscripción del Obispo Bugnini a la Masonería y sobre la desacralización del Culto de la Iglesia: Click aquí.

Leer nuestro artículo que trata de la Lista de masones infiltrados en el vaticano cuya publicación le costó la vida al periodista italiano Mino Picorelli: Click aquí

El Arzobispo Annibale Bugnini haciendo un saludo masón con Pablo VI.

Varias personas dieron testimonio de la asombrosa "influencia" que tuvo el franc-masón Bugnini sobre Pablo VI: podía visitarlo cuando lo deseaba, y sus opiniones a menudo superaban a las de los miembros de la Curia, a pesar de que en esos momentos ni siquiera era obispo.

Pablo VI se separó de él abruptamente en enero de 1976, y lo nombró Pro-nuncio en Irán. Este exilio en una segunda posición apareció como un castigo. Bugnini explica en sus memorias que PabloVI dio crédito a las calumnias que lo designaban franc-maçon.

Fue Secretario del Consilium, encargado de implementar la reforma litúrgica del Vaticano II.

El Osservatore Romano del 20 de abril 1975 testifica que fue «quien ha dirigido el trabajo de las comisiones».

A pesar de su gran injerencia, Annibale Bugnini no fue el único autor del Novus Ordo Missæ. Sabemos ya que Dom Botte, el Padre Bouyer y Dom Vaggagini participaron en ello.

En resumen, la nueva misa es la del Movimiento Litúrgico desviado: lo que ha dado lugar al Novus Ordo Missæ es el "ecumenismo" de Dom Beauduin, unido al arqueologismo de Dom Casel y al biblismo ecuménico de Dom Parsch.

Si ellos no estaban presentes en persona, estaban representados por sus discípulos: el Canónigo Martimort, los Padres Botte, Bouyer, Gy, Jungmann, etc., quienes eran todos «consultores» del Consilium de Liturgia.

Recordemos también que entre los autores de la nueva misa figuran seis expertos protestantes, invitados como «observadores».

Los seis herejes ministros Protestantes que colaboraron en la elaboración de la Nueva Misa: Dr. George, Jasper, Shepherd, Kunneth, Smith y Thurian.

La Documentation Catholique del 3 de mayo de 1970 muestra una foto de Pablo VI con los seis consejeros Protestantes, cuando recibió a los miembros del Consilium la última vez, el 10 de abril de 1970, para ese entonces el trabajo estaba hecho.

La nota 1, de la página 416, nombra a los seis como el Dr. George, Dr. Jasper, Dr. Shepherd, Dr. Kunneth, Dr. Smith, y el Hermano Max Thurian; y se afirma que están ahí como “representando respectivamente el Concilio Mundial de las Iglesias, las comuniones Anglicana, Luterana, y la comunidad de Taizé”.

Max Thurian, quien ha sido “ordenado” sacerdote “católico” en 1986 sin haber abjurado del protestantismo, sostuvo más tarde que los observadores tuvieron poca influencia; en 1991 escribió: «Nuestro papel era seguir los trabajos y asegurarnos de que nuestras comunidades se beneficiaran, no la de influir de alguna manera en las decisiones del Consilium».

Pero esta tardía desmentida, destinada a responder a las críticas de los tradicionalistas, ha sido contradicha por muchos testimonios. Ronald Jasper, otro de los «consejeros» protestantes, declaró:

Los observadores recibían todos los documentos que les eran enviados como a los otros miembros del Consilium por los redactores de los proyectos de los nuevos ritos. Luego asistíamos a los debates cuando los documentos eran presentados por los expertos y debatidos por el Consilium, pero los observadores no estaban autorizados a participar en los dichos debates. Sin embargo, por la tarde, teníamos siempre una reunión informal con los periti que preparaban los proyectos, y en estas reuniones, por supuesto, se nos permitió comentar, criticar y realizar sugerencias. Les tocaba luego a los periti decidir si valía la pena retener esta o aquella de nuestras observaciones cuando se reanudaban los debates generales del Consilium. Sin embargo, estas reuniones informales se llevaron a cabo en la más perfecta libertad y el intercambio de opiniones fue muy franco (Carta del 10 de febrero de 1977 a Michael Davies).

Los protestantes, por lo tanto, participaron en la elaboración de los nuevos ritos a través de las reuniones informales de la tarde, las cuales tienen, muchas veces, mucho más peso que las deliberaciones oficiales.

Esto ha sido confirmado mediante una declaración de Monseñor Baum, responsable para los asuntos ecuménicos de la conferencia episcopal estadounidense: “Los expertos protestantes no están allí simplemente como observadores, sino también como consultores. Participan plenamente en las discusiones sobre la renovación litúrgica católica. No tendría mucho sentido si sólo estuvieran para escuchar; ellos contribuyen”.

Monseñor Boudon da un testimonio similar en su informe de la octava sesión del Consilium: Tuvimos la alegría de beneficiarnos, como en la sesión anterior en octubre de 1966, de la presencia activa de observadores delegados por las otras iglesias cristianas. Al participar en nuestro trabajo, pudieron aportarnos el testimonio de sus propias investigaciones y confrontarlas con las nuestras. La reforma litúrgica se elabora en un clima de ecumenismo que es eminentemente rentable para todos y, a la larga, para la unidad de la Iglesia.

Finalmente indiquemos que, si los «observadores» protestantes, según el testimonio del doctor Jasper, se sentían en una atmósfera de «libertad total», no era lo mismo para los expertos católicos.

Dom Botte cuenta, en este sentido, una anécdota esclarecedora. En efecto, hablando de una propuesta hecha por un Obispo, el benedictino dice: "Respondí que, si yo tuviera que hacer esta propuesta al Consilium, me vería obligado a explicar la razón indicada en presencia de los observadores protestantes que asistían a las sesiones y que ello constituiría una dolorosa impresión". («El movimiento litúrgico: Testimonios y memorias», Desclée, 1973, p. 37).

Esta autocensura “católica” explica, sin dudas, muchas cosas…

La conclusión es simple, El Novus Ordo Missæ tiene una causa ecuménica, compuesta por pretendidos católicos y genuinos protestantes, compuesta por los partidarios de ese ecumenismo condenado por S. S. Papa Pío XI en Mortalium animos.

Dom Guéranger juzgó por anticipado este intento ecuménico y escribió a Monseñor D’Astros:

Por muy versados que puedan ser los herejes en las Sagradas Escrituras, nunca podrán estar en condiciones de trabajar en la corrección de los libros litúrgicos, y aún menos en su confección (…) La Sagrada Escritura y la Tradición sólo tienen un repudio contra tal debilidad (…) La Iglesia nunca ha querido deber nada a los herejes; ella tuvo temor de demostrar por ello que no estaba muy segura del Espíritu que su Esposo ha depositado en ella hasta la consumación de los siglos. Ella ha rechazado la ciencia de aquellos, su elocuencia, su pretendida sabiduría, todo eso y en todos los siglos. Por su conducta, Ella procura mostrar a sus hijos que uno de los primeros medios para preservar la fe, una de las primeras marcas de la unidad, es la huida de los herejes. Por lo tanto, nunca ha recibido su ayuda para ninguna de sus fórmulas de fe o de oración, porque, como dice San Gregorio Magno, a quien siempre me gusta citar: «Lo que hace la riqueza de los herejes es la sabiduría carnal. Apoyados en ella, en su perversidad, se muestran ricos en palabras; pero la Iglesia busca tanto menos esta riqueza que la supera por la inteligencia espiritual que está en Ella” (Mor. Job, lib. V).

II- LOS OBJETIVOS DEL NOVUS ORDO MISAE


¿Cuál fue el propósito de los autores de la nueva misa?

El padre de la nueva misa, el sepulturero de la Misa Católica, Annibale Bugnini, en una conferencia de prensa del 4 de agosto de 1967, expresó:

No se trata sólo de retoques en una obra de arte de gran precio; a veces es necesario dar nuevas estructuras a ritos completos. Se trata de una restauración fundamental, diría casi de una refundación, y, en algunos aspectos, de una nueva creación.

Se han expuesto varias razones de esta revolución, pero la que resume todas las demás parece estar bien expresada por Pablo VI el 24 de mayo de 1976:

La adopción del nuevo Ordo Missæ ciertamente no se deja a la libre decisión de los sacerdotes o de los fieles (…) El nuevo Ordo Missæ fue promulgado para tomar el lugar del antiguo, después de una madura deliberación y a fin de ejecutar las decisiones del Concilio.

Notemos de paso que este discurso consistorial no puede tener el peso y valor jurídico necesarios para abrogar las disposiciones de la Bula Quo primum tempore. Desde un punto de vista estrictamente jurídico, y a pesar de este discurso de Pablo VIdel vergonzoso Motu proprio de julio de 2007 del Papa Benedicto XVI, o de "Traditiones Custodes" del anticristo que se hace llamar Francisco, la Misa Tradicional nunca ha sido abrogada y sigue siendo la regla general, la única forma del Rito Romano.

El objetivo del Nuevo Ordo Misae era, por lo tanto, hacer desaparecer la Misa Católica antigua. La reforma de Pablo VI se caracteriza por el deseo de arrasar el pasado. Mientras que San Pío V autorizó el mantenimiento de todos los ritos que tenían más de doscientos años de antigüedad, Pablo VI pretendió eliminarlo todo.

Los "reformadores" querían absolutamente la desaparición del Misal antiguo y de los Ritos Romanos. Peor aún; los hechos muestran que estaban más apegados a esta desaparición que a la introducción de una "nueva misa". La prueba es administrada por el salvajismo con el que persiguieron a los sacerdotes fieles a la Misa de su ordenación, mientras que todas las desviaciones y todas las fantasías fueron toleradas en la aplicación del Novus Ordo Missæ.

Nada les molestaba, excepto la Misa Católica, y de hecho, la obligación de celebrar la misa bugnini-montiniana consistió en un solo punto: impedir celebrar la Misa tradicional.

Las persecuciones a que debieron someterse los sacerdotes fieles a la Santa Misa y la indulgencia manifestada, al mismo tiempo, hacia los peores excesos, lo prueban.

La afirmación de Pablo VI es, por lo tanto, terriblemente exacta: El nuevo Ordo Missæ fue promulgado para tomar el lugar del antiguo.

Descubrimos lo que Dom Guéranger denunciaba acerca de los jansenistas: 

«La primera característica de la herejía antilúrigica es el odio a la Tradición en las fórmulas del culto divino».

¿Por qué eliminar el rito antiguo? Los autores del Novus Ordo Missæ lo confiesan: «El énfasis puesto por el canon romano sobre la noción de sacrificio es problemático desde un punto de vista ecuménico», declaró en 1968 Max Thurian.

Y se regocijó por el mismo motivo del nuevo ofertorio: «Por lo tanto, se reducen las dificultades creadas por el antiguo ofertorio en la búsqueda ecuménica».

Los pretendidos liturgistas católicos confirman la aseveración: «A pesar de sus cualidades y de sus oraciones insustituibles, el canon romano tiene sus defectos. La primera laguna que produce dificultad desde un punto de vista ecuménico es la insistencia exagerada sobre uno de los aspectos fundamentales de la Misa en detrimento de otros aspectos que también son fundamentales», intenta explicar J. Cornelis; y el Padre Chauvet precisa: «La inflación del aspecto propiciatorio del sacrificio eucarístico bloqueó el diálogo ecuménico»…

El ecumenismo, ¡todavía! Es para encontrar un terreno común de entendimiento con los protestantes, que rechazan absolutamente la Verdadera Misa Católica, que se la quiere ver reemplazada por una "nueva misa" protestantizada.

Pero el reconocimiento más significativo lo hizo el propio Bugnini, en una frase sorprendente: “en la reforma litúrgica, afirma, la Iglesia se guió por el amor de las almas y por el deseo de hacer todo lo posible para facilitar a nuestros hermanos separados el camino hacia la unión, eliminando toda piedra que pudiera constituir aunque más no fuera la sombra de un escollo o de disgusto».

Después de tal confesión, enfatizar la intención ecuménica de la reforma litúrgica es casi una redundancia.

Como si esto fuera poco, tenemos el testimonio de Jean Guitton, gran amigo y confidente de Pablo VIEl académico francés es, sin duda, una de las personas más aptas para revelar la intención con la que Montini realizó el nuevo rito:

«La misa de Pablo VI, primero se presenta como un banquete, e insiste mucho sobre la participación en un banquete, y mucho menos en la noción de sacrificio, sacrificio ritual frente a Dios, con el sacerdote mostrando sólo su espalda. Por lo tanto, creo no equivocarme afirmando que la intención de Pablo VI y de la nueva liturgia que lleva su nombre es pedir a los fieles que participen más en la misa, es dar un mayor lugar a la Escritura, menos espacio para todo lo que hay… algunos dirán de mágico, otros de consagración transustancial, y que esa es la fe católica. En otras palabras, hay en Pablo VI una intención ecuménica de borrar, o al menos de corregir, o al menos adormecer lo que es demasiado católico en el sentido tradicional de la misa, y para acercar la misa, lo repito, a la cena calvinista” (Jean Guitton, 19 de diciembre de 1993, en Radio Courtoisie).

Veamos qué dijeron los mismos protestantes sobre la misa de Pablo VI:

¿La nueva misa tiene interpretación protestante? ¿Se la puede celebrar sin afirmar la transubstanciación?

A estas preguntas una confesión protestante responde claramente por la afirmativa. Dicha respuesta la encontramos en la Declaración del Consistorio Superior de la Iglesia de la Confesión de Augsburgo, de Alsacia y de Lorena, tras su reunión en Estrasburgo el 8 de diciembre de 1973. He aquí la parte esencial, extraída de «Dernières Nouvelles d’Alsace», nº 289, del 14 de diciembre de 1973:

Estimamos que, en las presentes circunstancias, la fidelidad al Evangelio y a nuestra tradición no nos autoriza a oponernos a la participación de los fieles de nuestra Iglesia en una celebración eucarística católica.

Esto significa que la nueva misa no se opone a la doctrina protestante.

Es necesario, sin embargo, obrar con discernimiento y sabiduría. No debería aceptarse la invitación de otra Iglesia sino cuando pueda reconocerse, personalmente, en su celebración eucarística, la celebración de la Cena tal como el Señor la instituyó.

Es decir, tal como Lutero entendió que fue dicha institución.

Dadas las formas actuales de la celebración eucarística en la Iglesia católica y en razón de las presentes convergencias teológicas, muchos de los obstáculos que habrían podido impedir a un protestante la participación en su celebración eucarística, parecen estar en vías de desaparición. Hoy en día debería ser posible para un protestante reconocer en la celebración eucarística católica la Cena instituida por el Señor.

En particular nos corresponde velar, por los siguientes puntos:

El carácter evangélico de la celebración en la que el protestante pueda participar debe ser manifiesto.

Nosotros defendemos firmemente la comunión bajo las dos especies, no sólo por fidelidad al Evangelio y a la Reforma, sino porque para nosotros esta práctica se opone a una cierta apariencia de clericalismo.

Nos atenemos al uso de las nuevas plegarias eucarísticas, bajo las cuales nos reconocemos, y que tienen la ventaja de matizar la teología del sacrificio que teníamos por costumbre atribuir al catolicismo.

Matizar la teología del sacrificio, es decir, no confesar el carácter propiciatorio de la Misa.

Estas oraciones nos invitan a reconocer una teología evangélica del sacrificio.

Es decir, una teología protestante que niega el carácter propiciatorio del sacrificio.

La pregunta que surge ante la Declaración es lógica: ¿se han vuelto católicos los protestantes, o se han vuelto protestantes los católicos? Lo primero, es evidente que no. Por el contrario, sólo un necio se atrevería a negar la protestantización que han sufrido millones de católicos después del Vaticano II y del Novus Ordo Missæ.

¿De quién es la culpa y a qué se debe? Cada uno que saque sus propias conclusiones. Lo cierto es que una serie de doctrinas extrañas al catolicismo se han hecho dominantes entre los que se dicen católicos. Lo cierto es que la idea de Cena ha sustituido casi por completo la noción de Sacrificio. Lo cierto es que se ha desplazado a Dios y se ha puesto al hombre en el centro del mismo culto. En lo que se refiere al sentido de lo sagrado, brilló y brilla por su ausencia en multitud de celebraciones pretendidamente católicas, comenzando por las de Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y el anticristo que se hace llamar Francisco.

Se comprueba que un vocabulario novedoso ha sustituido la terminología tradicional católica. Además, el sacerdote se ha transformado en presidente de una asamblea, o en un animador litúrgico.

Sigamos con los testimonios protestantes acerca de la nueva misa:

Max Thurian, de la comunidad de Teizé (declaraciones al diario La Croix, del 30 de mayo de 1969):

[El Novus Ordo Missæ] es un ejemplo de esa fecunda preocupación por la unidad abierta y la fidelidad dinámica, por la verdadera catolicidad. Uno de sus frutos será, tal vez, que comunidades no católicas podrán celebrar la santa cena con las mismas oraciones que la iglesia católica. Teológicamente, es posible.

Doctor Siegvalt, profesor de dogma en la Facultad protestante de Estrasburgo (Carta dirigida al Obispo de Estrasburgo. Publicada en el diario Le Monde, del 22 de noviembre 1969):

Nada hay en la misa ahora renovada que pueda molestar verdaderamente al cristiano evangélico.

Jean Guitton, conocido por su amistad con Pablo VI; citando las palabras por él leídas en una revista protestante (Publicado por La Croix, del 10 de diciembre de 1969):

Las nuevas oraciones eucarísticas han eliminado la falsa perspectiva de un sacrificio ofrecido a Dios.

Roger Mehl, protestante (Publicado en Le Monde, del 10 de septiembre de 1970):

Si se tiene en cuenta la evolución decisiva de la liturgia católica, la posibilidad de reemplazar el canon de la misa por otras oraciones litúrgicas, la desaparición de la idea según la cual la misa constituiría un sacrificio, la posibilidad de comulgar bajo las dos especies, ya no existen razones para que las iglesias de la reforma prohíban a sus fieles tomar parte en la eucaristía de la iglesia romana.

Pastor luterano Schultz (En Studia Liturgica, 1976, nº 2, p. 103):

[Las nuevas plegarias eucarísticas tienen] una estructura que corresponde a la misa luterana.

Pastor luterano Ottfried Jordahn (conferencia del 15 de junio de 1975 en Maria Laach. En Studia Liturgica, 1976, nº 2, p. 104):

Así, por ejemplo, en mi parroquia de Hamburgo usamos habitualmente la Plegaria eucarística II, con las formas luteranas de la institución y omitiendo la oración por el Papa… Según mi juicio, las nuevas plegarias eucarísticas católicas romanas testimonian una apertura ecuménica de proporciones sorprendentes.

Pastor luterano (En Studia Liturgica, 1976, nº 2, p. 105):

Un significativo énfasis ecuménico es compartido por las cuatro plegarias eucarísticas romanas: la acentuación del «pro vobis» característico de la Eucaristía, mediante la expansión de las palabras del Pan en «quod pro vobis tradetur»… obligatorio en todas las plegarias eucarísticas; así, el antiguo Canon romano (Plegaria eucarística I) ha llegado también a compartir este nuevo énfasis que corresponde a una de las principales preocupaciones de la Reforma… Por otra parte, el «mysterium fidei» ha sido quitado de las palabras del cáliz, donde era tan perturbador. Con este nuevo uso de las propias palabras de Cristo en las «verba testamenti», está abierto el camino para un texto ecuménicamente aceptable.

Pawley, archidiácono anglicano, en su libro Roma y Cantorbery durante cuatro siglos:

La liturgia romana revisada se asemeja ahora muy estrechamente a la liturgia anglicana.

Pastor anglicano (En London Catholic Herald, del 22 de diciembre de 1972):

La actual investigación litúrgica ha llevado a nuestras respectivas liturgias a una notable similitud, de modo que hay muy pocas diferencias entre las palabras sacrificiales de la oración de oblación de nuestra Serie Tres y las de la Plegaria Eucarística II en la Misa normativa.

Pastor Michel Viot (Después de la entrada en vigor del indulto del 3 de octubre de 1984, insultamdo a la Misa de San Pío V al autorizar su celebración bajo ciertas condiciones. En el correo de los lectores del periódico Le Monde):

La reintroducción de la misa de San Pío V (incluso por la puerta pequeña y en la revisión del Misal Romano de 1962) es mucho más que una cuestión de lenguaje: es una cuestión doctrinal de la más alta importancia, en el corazón de los debates entre católicos y protestantes; debates que, por mi parte, pensé felizmente cerrados (…) Muchos de nuestros antepasados en la ley reformada de acuerdo con la palabra de Dios, prefirieron subir a la hoguera en lugar de escuchar ese tipo de misa que hizo oficial el papa Pío V contra la Reforma. Así que nos alegramos de las decisiones del Vaticano II sobre este tema y de la firmeza de Roma con respecto a los que no se querían someter al Concilio y continuar usando una misa a nuestros ojos contraria al evangelio.

Al mismo tiempo, la revista fundada por Ratzinger publicaba los siguientes testimonios de supuestos católicos:

Profesor Brosseder, de Munich. (En la revista Concilium, fasc. VIII, 1976):

La teología de la liturgia de Vaticano II y las reformas que se han realizado según su espíritu [muestran que] las exigencias de Lutero están, en una medida sorprendente, presentes en la Iglesia católica.

Profesor Otto Pesch. (En la revista Concilium, fasc. VIII, 1976):

En la teología y en la liturgia, el carácter sacrificial de la misa se ha convertido en un «adiaphoron» [una cosa indiferente y no esencial]; en consecuencia, los reproches decisivos de Lutero ya no tienen objeto.

Este estudio debería ser suficiente para indicar la naturaleza del rito bastardo del Novus Ordo Missæ como lo denominó Mons. Lefebvre en su Carta abierta a los católicos perplejos; podríamos contentarnos con concluir, como mínimo, que ella es ambigua y ecuménica, susceptible tanto de una interpretación "pseudo-católica" como de una interpretación "protestante".