Día Cuarto de Diciembre

                                            

Conformidad con la Voluntad de Dios.

“No como yo quiero, Señor, sino como tú”. — Mat. 26, 39

«La conformidad con la voluntad de Dios es un medio muy poderoso para triunfar en todo género de tentaciones, para corregirse de toda especie de imperfecciones, y para conservar la paz del corazón. Es al mismo tiempo un remedio muy eficaz para los males, y el tesoro de un cristiano. Esta conformidad contiene eminentemente en sí la mortificación, la abnegación, la indiferencia, la imitación de Jesucristo, la unión con Dios, y generalmente todas las virtudes; pues si son tales, es porque son conformes con la voluntad de Dios que es el principio y la regla de toda perfección». — San Vicente de Paúl

Este Santo amaba tanto a esta virtud que se puede decir que ella fue su virtud propia y principal, y la que difundía sus influencias sobre todas las demás, la que daba movimiento a todas las potencias de su alma, el primer móvil de todos sus ejercicios de piedad, de sus más santas prácticas, y de todas sus acciones. Así es que si se ponía en la presencia de Dios antes de sus actos, era para decirle como san Pablo, «Señor, ¿qué queréis que yo haga?» Si era fiel en consultar y escuchar a Dios, y si procuraba con tanto cuidado discernir los movimientos de la gracia y de la naturaleza, era para conocer la voluntad de Dios, y ponerse en disposición de cumplirla.

En fin, si aborrecía las máximas del mundo, y estaba adherido fuertemente a las del Evangelio, si practicaba tan admirablemente la renuncia de sí mismo, si abrazaba con tanto afecto todas las cruces que el Señor le enviaba, y si quería hacer todo y sufrir todo por Dios, era siempre para conformarse con toda la perfección de que era capaz con todos los designios de Dios para con él y obtener la gracia de no querer jamás sino lo que Él quería.

Oración

¿Qué quieres que yo haga, Señor? Nada más quiero ralizar tu voluntad, yo quiero conocer y hacer lo que tú quieres. Yo sé que lo que tú quieres para mí será siempre lo mejor para mi alma. Te amo, porque diste la vida por mí. Mi Señora María, no permitas que me aparte de tu hijo por favor, no quiero caer en la tentación. Enseñame oh Madre mía a hacer la voluntad de Dios, como tú conformaste toda tu voluntad según su palabra durante toda tu vida.  Amén