Día Octavo de Noviembre

                      

Caridad.

“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Este es el mayor y el primer mandamiento, y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. — San Mateo. 22:38

El amor de Dios es el árbol de la vida colocado en el centro de este paraíso terrenal; tiene, como todos los árboles, seis propiedades diferentes, a saber, la raíz, el tronco, las ramas, las hojas, las flores y el fruto. Mantengamos este árbol en nuestros corazones, floreciendo en todas partes. — Santa Teresa

Este santo describe este árbol de manera instructiva e interesante. Las raíces son las virtudes mediante las cuales adquirimos este amor. Hay nueve principales: primero, la verdadera penitencia y el uso frecuente de los sacramentos; segundo, la observancia de los mandamientos y nuestras reglas; tercero, el temor de Dios; cuarto, mortificación de las pasiones y deseos; quinto, miedo a la ocasión de pecar; sexto, examen de conciencia; séptimo, obediencia; octavo, humildad; noveno, misericordia hacia el prójimo.

El tronco del árbol es la conformidad a la voluntad de Dios. Las diferentes ramas son: primero, una fe viva, que nos hace ver claramente que todo lo que sucede es de Dios; segundo, una gran confianza en la protección de Dios, que nos sostiene en medio de las adversidades; tercero, deseos ardientes, propósitos firmes y demás actos interiores, que es el camino que conduce al amor verdadero; cuarto, la constancia, que nos mantiene siempre reposando bajo este árbol.

Las hojas son gracias que se nos dan para la salvación de los demás, consuelos y delicias interiores. A estas les damos el nombre de hojas, porque sirven para adornar el árbol y cubrir el fruto en su estación. En el invierno de sequedad y desolación estas hojas caen, no sentimos alegría espiritual, pero el amor de Dios permanece plantado en el corazón.

Las flores son las obras, las virtudes heroicas que produce el alma inflamada de amor.

El fruto son los dolores, las aflicciones, las persecuciones que el alma soporta con paciencia cuando Dios permite que sea agredida, o que a veces se impone para servir mejor a Dios y sufrir a imitación de Jesucristo. Tal es el árbol que Santa Teresa nos invita a plantar en nuestro corazón.

Un santo religioso comparó el amor de Dios con una hermosa planta plantada en buena tierra, y exuberante en flores y frutos de buenas obras. “Uno de los principales frutos es el amor al prójimo”.



Oración

Dios mío, implanta firmemente en mi corazón tu divino amor. No dejes que este amor sea estéril: que produzca a su tiempo frutos de vida eterna.