El Vaticano II y Nicea



José Hanu: ¿Cree usted, Monseñor, que Pablo VI, cada vez más entrado en años, esté ahora “condicionado” por su círculo y que por eso haya llegado a tomar la perseverancia de usted como ofensa personal?

Mons. Marcel Lefebvre: Yo no sé nada de eso… Pero, como le escribía al Padre de Nantes, rezo con todas mis fuerzas por el Santo Padre.

¿Cómo no estaría desgarrado y hasta torturado él, el sucesor de Pedro, el heredero y defensor natural de la Tradición, pero que quizás está como forzado a avalar las decisiones y las consecuencias del concilio que acabó al comienzo de su pontificado? 
El ejerce responsabilidades tremendas. Y, sobre su juicio, fuerzas oscuras tienden sin duda a pesar cada vez más fuerte… Lo ha reconocido implícitamente al hacer, el 29 de junio de 1972, esa declaración que cité al comienzo de nuestras conversaciones: 

“Tenemos la impresión de que, por alguna de sus grietas, el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios.”

El Vaticano II y Nicea:

En todo caso, fue con estupor como leí, en la carta que me dirigió el 29 de julio de 1976, la frase siguiente: 

“El segundo Concilio del Vaticano no tiene menos autoridad; hasta es, en ciertos, aspectos, más importante todavía que el de Nicea.”

Afirmación increíble. Pues el Vaticano II, lo repito, fue pastoral y no dogmático, mientras que el Concilio de Nicea fue de una importancia capital y dominante: condenando la herejía de Arrio, afirmó, dogmáticamente, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y proclamó el “Símbolo de Nicea”, es decir la primera parte del Credo de la misa, donde el hijo de Dios es declarado consustancial al Padre.

Comparar el Vaticano II con Nicea, peor: poner el Vaticano II por encima de Nicea, es, por lo tanto, inimaginable.


Pero eso era necesario para condenarme. Es necesario que Nicea no sea nada y que el Vaticano II sea todo si se quiere calificar de herético y de cismático a aquel que, para ser fiel a los dogmas promulgados por Nicea, objeta la indicaciones pastorales elaboradas por el Vaticano II.

Lo grave es el espíritu que preside esto, que se encuentra ahora en todas partes, como en Dom Besret, por ejemplo, quien fue prior de la famosa abadía de Boquen, y quien osa escribir en su libro, recientemente aparecido, De commencement en commencement: 
“Que Jesús haya tenido la certeza de que Dios existía, es seguro. Pero que haya tenido la convicción de que él era hijo de Dios, a tal punto que otros resumirán diciendo que él era Dios, pura y simplemente, ¡eso no lo creo!”

¡Dios mío, Dom Besret era “experto” en el Concilio Vaticano II, junto a un obispo de Francia! Y son esos “expertos” a quienes se escucha, sin duda, para decir que el Vaticano II era más importante que Nicea, para condenar a mis seminaristas que creen, ellos si, en la divinidad del Hijo.

Para que se llegue a eso, era necesario, en efecto, que “el humo de Satanás” se haya introducido en el templo de Dios.

J.H. - En la carta de la que hablamos, el Papa le reprochaba también que se comparara a San Atanasio… Por otra parte, no era el primero en dirigirle ese reproche, que sobreentiende que su orgullo no tiene límites…(Conviene recordar que San Atanasio fue obispo en el momento de la herejía de Arrio y que fue prácticamente el único que defendió la verdadera fe).

M.L. - ¡Yo jamás he dicho o escrito nada que pueda hacer pensar que me comparo con San Atanasio! La primera vez que el nombre de ese santo obispo fue pronunciado con respecto a mí fue cuando uno de los miembros de la comisión cardenalicia, el cardenal Garrone, me espetó: “¡Usted se hace el San Atanasio!”


La infección difundida en adelante se empeñó en hacer creer que yo mismo tenía la pretensión de ser un “segundo San Atanasio”… Usted lo ve, ¡se habrán utilizado hasta las calumnias más insidiosas para indisponer al Santo Padre conmigo!

Arzobispo Marcel Lefebvre. (1977). Si y No: Entrevista de José Hanu al Monseñor Marcel Lefebvre. Editorial: Iction. Página Nº 184. Argentina: Bs As.