Hay que hacer una cosa sin omitir la otra, como dice el Evangelio (Sermón pronunciado por S. Excmo. Sr. Obispo Alfonso de Galarreta)
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Queridos Padres,
Queridos ordenados,
Queridos seminaristas,
Queridos fieles:
Queridos ordenados,
Queridos seminaristas,
Queridos fieles:
Un año más estamos reunidos para conferir en el curso de esta ceremonia el diaconado y el sacerdocio, en lo que representa la finalidad misma de un seminario que es formar y ordenar sacerdotes. Y que es también la misión que recibió nuestra congregación, la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, de parte de la Providencia, a través de nuestro querido Fundador, Monseñor Marcel Lefebvre.
La razón de ser de la Fraternidad es la continuidad del verdadero sacerdocio católico. Santo Tomás de Aquino, hablando del sacerdocio de Nuestro Señor Jesucristo, dice que lo propio del sacerdote es ser mediador, mediador entre Dios y el pueblo, el pueblo cristiano; porque transmite al pueblo cristiano, a los hombres, los dones de Dios, las cosas divinas, las cosas sagradas. Y de ahí viene el nombre de “sacerdote”; “sacerdos” viene de “sacra”, “dans”, aquel que transmite, aquel que da las cosas sagradas, las cosas divinas, los dones de Dios.
Pero también el sacerdote es mediador de los hombres para con Dios, y por eso es quien ofrece las oraciones del pueblo de Dios y quien –dice Santo Tomás- de algún modo satisface –el sacerdote- por los pecados del pueblo, por los pecados de los hombres.
El Pontifical, en la admonición introductoria de la ordenación sacerdotal, viene a decir lo mismo: “Sacerdotem etenim oportet oferre, benedicere, praesse, praedicare, baptizare”. Al sacerdote le compete ofrecer a Dios dones y sacrificios; los dones son las oraciones del pueblo cristiano, las oraciones de la Santa Iglesia, el sacerdote ofrece eso a Dios in persona Ecclesiae; es a través del sacerdote que la Iglesia ofrece a Dios oraciones y el sacrificio.
Pero también el sacerdote tiene por oficio predicar, bendecir y bautizar, es decir, dar los sacramentos, dar la gracia de Dios, comunicar los dones de Dios, de entre los cuales el primero es la verdadera doctrina. Es el primero y fundamental de los dones de Dios: la verdad católica. Y también presidir, guiar. Es pastor.
Y precisamente ese ideal sacerdotal el que nos ha transmitido Monseñor Lefebvre, ese es nuestro tesoro, es nuestra herencia. Monseñor insistía, en primer lugar, en esa mediación del sacerdote respecto a Dios, de los hombres hacia Dios, porque es lo esencial; el sacerdote es ante todo el hombre del culto de Dios, consagrado totalmente al culto de Dios.
Y a decir verdad ese aspecto bastaría para justificar la existencia del sacerdocio. Y de hecho en la Iglesia existieron sacerdotes, se ordenaron sacerdotes, que lo único que hacían era dedicarse al culto de Dios, a celebrar la Misa, y que no hacían ningún apostolado. Sin embargo nunca existió lo contrario. Y ahí está una de las causas de la crisis de la Iglesia. En esa subversión, en esa revolución respecto al sacerdocio católico, en esa inversión de los fines.
Ante todo entonces –y eso no hemos de olvidarlo nunca- nuestro oficio es rendir el verdadero culto a Dios a través de la liturgia, a través del Oficio Divino.
Es por eso que el sacerdote reza el Oficio Divino, y también lo ofrece por el pueblo cristiano y para el pueblo cristiano. Lo hace a través también de su oración personal. La oración personal del sacerdote es especial.
¿Por qué? Porque él intercede por los fieles. Intercede por las almas, intercede por los hombres, pide y tiene poder específico y especial en su oración para obtener esa pacificación, esa satisfacción de parte de Dios. Y lo hace esencialmente a través del Santo Sacrificio de la Misa, que es el acto de culto por excelencia.
El sacerdote es el hombre del culto, el religioso por antonomasia. Canónicamente hablando, el sacerdote diocesano o el sacerdote de una congregación como la nuestra, no es un religioso; pero en realidad todo sacerdote, haga votos o no de religión, es esencialmente religioso. Es el religioso por antonomasia, porque consagra su vida a ejercer las virtudes y los actos que son propios de la religión: a adorar a Dios, a rezar la oración, a darle gracias, a servir a Dios.
La devoción es uno de los actos de la virtud de religión, pero no es la devoción en el sentido de la piedad. Es en el sentido de una consagración total al servicio de Dios. Es una entrega total al servicio de Dios. Y también a través del sacrificio, que se realiza especialmente en el Sacrificio de la Misa; todos esos actos se realizan especialmente en el Santo Sacrificio de la Misa.
No hay oración más grande, más sublime, más eficaz que la Misa. No puede haber adoración o acción de gracias más perfecta que el Santo Sacrificio de la Misa. No puede haber mayor servicio de Dios y ofrecerse un sacrificio más digno de Dios que el Santo Sacrificio, en que renueva su sacrificio de la Cruz.
Y el sacerdote también ha de dar, ha de administrar los bienes divinos, los bienes de Dios, los dones de Dios al pueblo cristiano, y por eso Monseñor Lefebvre insistía en primer lugar en el sacerdote como predicador y maestro. Predicador y maestro de la verdad. Pero específicamente de la verdadera fe. El primero de los dones que el sacerdote ha de dar a los fieles es la verdadera fe, la verdadera doctrina. Pero precisamente lo que se espera del servidor, del mediador fiel, es que transmita ese depósito de la fe que ha recibido en toda su pureza y en toda su integridad. No podemos cambiar ni una coma, no podemos ni agregar ni quitar, no podemos modificar, y tenemos que predicar todo, toda la fe católica (…)
No quiero terminar sin decirles algo sobre las conversaciones que tenemos con el Vaticano, con Roma.
El pasado 26 de octubre tuvo lugar la primera reunión con la comisión romana, y si bien –y evidentemente- no puedo contar determinados detalles, o determinadas circunstancias, o determinadas cosas que se dijeron, sí les puedo decir qué es lo que pasó esencialmente y qué es lo que hicimos.
Ese primer encuentro fue relativamente bueno. Y digo relativamente, porque lo es dadas las circunstancias en que estamos, y dadas las expectativas que realmente se puede tener. Considerando entonces las circunstancias y lo que se puede esperar, la reunión fue buena.
Y fue buena, en primer lugar, porque estos contactos quedaron claramente situados en el plano doctrinal. Es una comisión que tiene por objetivo el estudio de determinadas doctrinas, y que no tiene por finalidad considerar ni teórica ni práctica ningún tipo de acuerdo de orden puramente jurídico, puramente canónico, puramente práctico. Esa cuestión está totalmente excluida. Y eso quedó bien establecido. Es una discusión únicamente y exclusivamente en el plano doctrinal.
En segundo lugar es una discusión sobre el Concilio Vaticano ll y el magisterio posconciliar. El Concilio y el magisterio posconciliar. El magisterio posconciliar y el concilio. Y quedaron bien establecidos cuáles son los asuntos, los temas que vamos a tratar, y que constituyen todas las cuestiones, todos los temas, que desde hace cuarenta años venimos defendiendo y criticando. Y específicamente la libertad religiosa, las libertades modernas, la libertad de conciencia, la dignidad de la persona humana –como suelen decir-, los derechos del hombre, el personalismo, el ecumenismo, el diálogo interreligioso, la inculturación, la colegialidad, todo el igualitarismo, democratísimo y destrucción de la autoridad que se introdujo en la Iglesia, todos los temas eclesiología –es la Iglesia-, todo lo de esa cuestión de la autoconciencia de la Iglesia, la Iglesia-comunión, la Iglesia-sacramento, la Iglesia-pueblo de Dios; todas esas nociones nuevas, las relaciones de la Iglesia y el mundo.
Después el tema de la misa, de la nueva misa, del nuevo misal, de la reforma litúrgica, y otros temas. Se ha acordado establecer una discusión doctrinal sobre esos temas. Y lo que es más importante, quedó bien establecido y bien claro que el único criterio común, y posible, de esas discusiones, es el magisterio precedente. Lo repito: el único criterio común y posible, el único criterio que nosotros aceptamos y es "conditio sine qua non" para estas discusiones, es el magisterio precedente al Concilio Vaticano II, el magisterio de siempre, la Tradición.
También considero que fue buena, si se mira el método que quedó establecido. Habrá reuniones cada dos o tres meses; tres meses cuando se continúe el mismo tema. Si empezamos un tema y se sigue, la reunión siguiente puede ser a los dos meses. Si tenemos que preparar un nuevo tema, se necesitan tres meses.
Y quedó bien establecido que, primero, la Fraternidad, la Comisión que represento, presentará –presenta- un trabajo sobre un tema concreto; por ejemplo, para el mes de enero, en que se cumplen más o menos los tres meses, quedó fijado el tema de la nueva misa y del nuevo misal. Y nosotros ya presentamos un trabajo, un estudio, con las críticas y las objeciones, y a la luz de la doctrina de siempre. Con todos los problemas que plantea la nueva misa a la fe católica. Es un estudio como de 45 páginas. Ellos –la comisión- han de contestarnos por escrito, y luego sobre esos dos escritorios se hace la discusión oral, que ciertamente también se hace con el soporte de algún escrito.
Todo es grabado de parte de ellos y de parte nuestra. Y además todo está filmado. Así que, si bien por razones obvias, no se puede explicar y decir todo lo que hablamos y decimos, de todo queda documentado, de todo queda un documento, y de todo hay un documento, un testimonio, por escrito, grabado y filmado, ante ustedes, ante la Iglesia, ante Dios.
De cada confrontación se hace como un balance, en qué hay acuerdo, en qué no, donde está el problema, se define, se afina, y después de cada tema, se hace un dosier, que se transmite al resto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, si así lo juzga conveniente el Prefecto, a otros dicasterio, si les toca el tema -por ejemplo el de la misa, evidentemente, se va hacer, lo van a hacer en colaboración con el dicasterio de la liturgia, del culto-,y luego de todos los temas se eleva un dossier, un resumen –como dije, por escrito- al Papa y al Superior General de la Fraternidad.
Esta comisión tampoco tiene por misión hacer lo que sería peor, una especie de acuerdo doctrinal. No. Simplemente vamos a dar testimonio de la fe, a defenderla, a hacer el bien que podamos, y en todo caso, a defender el honor de Dios, el honor de Nuestro Señor y el honor de la Iglesia. Lo cual, si se entendió lo que dije primero, sobre la mediación del sacerdote y el oficio del sacerdote, es lo esencial, y en todo caso, basta.
Hasta ahí llegamos nosotros, nuestros interlocutores –me refiero específicamente a los que hablan con nosotros en esa comisión- son personas con las cuales se puede hablar, entienden nuestro lenguaje, entienden lo que decimos, entienden muy bien nuestras objeciones, y podemos hablar pacíficamente y en toda libertad. Eso es suficiente.
A partir de allí –si esto depende de nuestra colaboración con la gracia de Dios-, podríamos decir que depende totalmente de la gracia de Dios. Porque es Dios, es sólo Nuestro Señor, en nuestro interior, quien puede iluminar las inteligencias y convertir. Sólo Dios puede tocar los corazones.
Nosotros vamos a ir ahí como a predicar, que es lo mismo que yo estoy haciendo ahora aquí. Pero tocar su inteligencia o su corazón, solamente Dios. Y como no conocemos los designios de Dios, no sabemos hasta dónde va a llegar. Lo que sí sabemos es que Él todo lo puede. Que para Dios no hay nada imposible. Y que Él puede convertir cuando quiere, y como quiere, a quien quiere.
Considero y doy estas explicaciones para darles tranquilidad o seguridad. Si estas circunstancias –que me parecen absolutamente seguras- cambiasen, pues ya veríamos si esas discusiones y esos contactos habrían de seguir, de continuar, o no.
Tenemos muy claro lo que no estamos dispuestos a aceptar. Si no sabemos bien, o totalmente, cómo pueden evolucionar las cosas, sí sabemos y tenemos muy claro lo que de ninguna manera estamos dispuestos a hacer. Lo primero es ceder en la doctrina. Y lo segundo es hacer un acuerdo puramente práctico.
En esas condiciones y la disposición en que están, han admitido poner por primera vez en discusión y en tela de juicio el Concilio; y es la primera vez que nos dan la posibilidad de presentarles una crítica doctrinal, profunda, fundada en el magisterio de siempre: es la primera vez.
Así, pues, está claro que debemos hacerlo; después, después Dios dirá. La prudencia nos dice lo que tenemos que hacer ahora, no exactamente lo que tenemos que hacer dentro de tres meses o seis, porque las circunstancias pueden cambiar.
En todo caso, lo que está claro para nosotros, es que la misión de la Fraternidad es primeramente, ante todo, esencialmente antes que esto de ira a Roma a dar testimonio de la fe, continuar, salvaguardar, transmitir, vivir el verdadero sacerdocio católico. Ese guardar, defender, vivir, transmitir el verdadero Sacrificio de la Misa. Hay que hacer una cosa sin omitir la otra, como dice el Evangelio.
Extracto de la homilía pronunciada por el Excmo. Sr. Obispo Alfonso de Galarreta durante la Misa de ordenaciones celebrada en el Seminario de la Reja el sábado 19 de diciembre de 2009.
Fuente: Iesus Christus. (2009) Revista del Distrito América del Sur. Año XXI, Nº 125-126. Septiembre/Diciembre de 2009.