La FSSPX una obra de la Iglesia, por el R. P. Christian Bouchacourt


Desde su fundación en el año 1970, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X no ha dejado indiferentes a los que se interesaban en ella. O bien suscita un gran entusiasmo o bien, por el contrario, es objeto de mucho resentimiento. El propósito de este número de la revista consiste en presentarles esta obra de Iglesia, tal como es en realidad, no así como cierta prensa y ciertas personas de Iglesia han querido presentarla desde hace varias décadas.

En el prólogo de su último libro, “Itinerario Espiritual”, que en realidad es el testamento que ofrece a sus sacerdotes algunos meses antes de su muerte, Monseñor Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad San Pío X, escribe lo siguiente: 


“Si el Espíritu Santo permite que redacte las consideraciones espirituales que siguen (…) me habrá permitido realizar el sueño que me hizo entrever un día en la catedral de Dakar: ante la degradación progresiva del ideal sacerdotal, transmitir en toda su pureza doctrinal, en toda su caridad misionera, el sacerdocio católico de Nuestro Señor Jesucristo, tal como lo transmitió a su Apóstoles, y tal como la Iglesia romana lo transmitió hasta mediados del siglo XX”.


Estas líneas resumen perfectamente el espíritu que lo animó durante toda su vida y especialmente inmediatamente después del Concilio Vaticano ll, cuando la barca de Pedro ingresaba en el ojo de una tormenta que aún no ha terminado. Quiso salvar el sacerdocio católico y la integridad del dogma.


“Mañana, puede ser, nuestra condena a causa de las ordenaciones de hoy aparecerá en los diarios, es muy probable. Probablemente seré golpeado por una suspensión; estos jóvenes sacerdotes estarán golpeados por una irregularidad que, en principio, debería impedirles decir la Santa Misa. Es posible. Y bien, recurro a San Pío V que ha dicho en su bula a perpetuidad, que jamás, nunca se podrá censurar a un sacerdote por decir esta Santa Misa ¿Por qué? Porque esta Misa está canonizada, él la ha canonizado definitivamente. Un Papa no puede levantar una canonización. No puede prohibir una Misa canonizada, esto no es posible. Pues esta Santa Misa ha sido canonizada por san Pío V. Y es por eso que podemos decirla con toda tranquilidad, con toda seguridad y además estar seguros de que diciendo esta Misa, profesamos nuestra fe, mantenemos nuestra fe y mantenemos la fe de nuestros fieles. Es la mejor manera de mantenerla y por eso es que vamos a realizar en algunos instantes estas ordenaciones”. (Mons. Lefebvre, fragmento del sermón de su Misa de ordenaciones sacerdotales del año 1976)

Hace exactamente treinta años, los medios de comunicación se hacían eco de la resistencia que Monseñor Lefebvre hacía al Papa Pablo VI y a las reformas que este último intentaba imponer con feroz energía. Millares de fieles católicos, desconcertados y desorientados por las novedades conciliares, venían de todas partes para oír y asistir a Misas celebradas por aquél que entonces llamaban “el obispo de hierro”.

El 29 de agosto de 1976, más de siete mil fieles asistirán a una Misa en el palacio de los deportes de Lille, transformada en catedral para la ocasión. Monseñor Lefebvre pronunció una famosa homilía en que expuso los principios que guiaron su acción:

“No hice más que lo que hice durante treinta años de mi vida sacerdotal, y que me valió ser obispo, Delegado Apostólico en África, miembro de la Comisión Central Preconciliar, Asistente al Solio Pontificio (…) Y he aquí que mientras yo hago una obra totalmente similar a la que realicé durante treinta años, repentinamente soy “suspendido a divinis”, quizás dentro de poco excomulgado, separado de la Iglesia, renegado… ¡qué sé yo! Pienso, por el contrario, que si en aquel momento hubiese formado a los seminaristas tal como se los forma en los nuevos seminarios, habría sido excomulgado, si en ese momento hubiese enseñado el catecismo a que se enseña hoy, hubiese sido llamado hereje. Y si hubiese dicho la Santa Misa como se dice ahora, me habrían tildado de sospechoso de herejía, me hubiesen puesto fuera de la Iglesia… Entonces… no entiendo nada. Es claro que algo ha cambiado en la Iglesia”.


El fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X hizo entonces una exposición magistral de lo que llamó “revolución conciliar” y de las dolorosas consecuencias que se hacen sentir en la Iglesia y las sociedades. Sus palabras siguen teniendo la misma actualidad. Al concluir dio la razón profunda de su aparente desobediencia, algo que repetirá muchas veces hasta la muerte:


“Quiero que en la hora de mi muerte, cuando Nuestro Señor me pregunte: ¿Qué has hecho de tu gracia episcopal?, no tenga que oír de la boca del Señor: “Has contribuido a destruir la Iglesia junto con los demás” (…) Somos los continuadores de la Iglesia Católica. Los inventores de novedades son los que caen en cisma (…) Ciertos periodistas me preguntaron algunas veces: “Monseñor, ¿no se siente solo?” Absolutamente, no. No me siento solo porque estoy junto a veinte siglos de Iglesia, estoy junto a todos los santos del Paraíso. ¿Por qué? Porque rezaron como nosotros queremos hacerlo, usando los mismos medios”.


Es necesario subrayar que la Fraternidad San Pío X no fue fundada CONTRA el concilio, el modernismo y los errores actuales, sino PARA defensa de la Tradición multisecular de la Iglesia, para salvar el sacerdocio católico y la Misa Tradicional, que sin duda habrían desaparecido si Monseñor Lefebvre no hubiera resistido como lo hizo. Sin él y sin Monseñor de Castro Mayer, Obispo de Campos (Brasil), las reformas de Vaticano II se habrían impuesto sin encontrar resistencia eficaz, haciéndose tabla rasa con la Tradición Católica.


Es interesante comprobar que la actitud de Monseñor Lefebvre no es única en la historia, sino que se sitúa directamente en la línea de los santos confesores que a veces estuvieron en la obligación de oponerse al Papa reinante. San Teodoro Estudita lo destaca, citando los ejemplos de San Eusebio y San Atanasio, que consagraron obispos sin la autorización explícita del Papa. 

“Debido a las necesidades urgentes, en momentos críticos en que campea la herejía, no todo no se hace exactamente de la misma manera que en tiempos de paz”.


Ahora bien, esto es precisamente lo que los Santos Atanasio y Eusebio hicieron claramente: impusieron las manos (es decir, consagraron obispos) fuera de su territorio (de su jurisdicción). Ahora también, en el caso de la presente herejía, sucede lo mismo.
(1) San Eusebio y San Atanasio fueron canonizados, mientras que la actitud del Papa Liberio, que había excomulgado a este último, fue reiteradamente condenada por sus sucesores…


La Fraternidad Sacerdotal San Pío X, tal como declaró el Capítulo General reunido en julio pasado, sólo quiere continuar este combate iniciado por su fundador, en aras de la supervivencia y la restauración de la Tradición en toda la Iglesia. Quiere convencer al Papa y a los obispos que sólo una restauración semejante devolverá a la Iglesia sus fuerzas y su irradiación. Es una obra de Iglesia que trabaja en el seno de la Iglesia Católica.


Lo que realiza en la actualidad corresponde a lo que se hacía en la Iglesia entera hace cincuenta años y que dio tantos frutos. Obrando en esta necesaria restauración, abrió seis seminarios, más de ciento cincuenta Prioratos en todos los continentes, y continúa expandiéndose. No lleva adelante este combate por sí misma sino por el honor de la Iglesia, del Papa y los obispos. Así como rechaza vigorosamente el sedevacantismo, que niega la autoridad de este Papa como Vicario de Cristo en la tierra, así también pide al Sumo Pontífice y a los Obispos que emprendan un estudio doctrinal de los textos del último Concilio para que se den cuenta de que se oponen a la enseñanza constante de la Iglesia durante dos mil años. La causa principal de la pérdida de la fe de los católicos y de la sociedad tiene allí su raíz.

En espíritu, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X invita a todos, sacerdotes y fieles, a una cruzada del Rosario para presentar al Papa un ramillete espiritual de un millón de Rosarios
 rezados a partir del mes de agosto y hasta el fin de octubre por las siguientes intensiones:


1) Obtener del cielo que el Papa Benedicto XVI tenga la fuerza necesaria para liberar totalmente la Misa de San Pío V.
2) Por el retorno del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo.
3) Por el triunfo del Corazón Inmaculado de María.


Estas intenciones nos son importantes. Nosotros, hijos de la Iglesia, suplicamos a nuestra señora que nos escuche, por la gloria de su Hijo y la salvación de las almas. ¡Todos al Rosario! ¡Qué Dios los bendiga!


Por el R. P. Christian Bouchacourt. 

Fuente: Iesus Christus. (2006)  Revista del Distrito América del Sur. Año XVIII, Nº 106.

Referencias:
1. San Teodoro Estudita, “Patrologiae Gracae”, Mine, T. XCIX, col 1645-48.