El jueves 27 de junio, el obispo Bernard Fellay otorgó las órdenes de sacerdocio y diaconado a los seminaristas del Seminario San Pío X en Ecône, frente a una hermosa representación del clero y un gran número de fieles.
Durante su homilía, el obispo recordó que, en palabras de San Pablo, el sacerdote es elegido "para defender los intereses de Dios", elegido por Dios mismo. Esta acción sacerdotal, absorbida en la de Cristo, el Sumo Sacerdote, se lleva a cabo en combate.
En cuanto a los diáconos, se les confiará la predicación del Evangelio, que también es una batalla. Esta batalla durará hasta el fin del mundo. Esta batalla es una batalla por la fe, porque "sin fe, es imposible agradar a Dios".
Los diáconos y sacerdotes, aún más, deben ser los cooperadores de Dios en la santificación de las almas. Por supuesto, es Dios quien infunde gracia en las almas, pero quiere la cooperación del hombre, la cooperación del sacerdocio.
Pero este tesoro de gracia sacerdotal está depositado en "un vaso frágil", porque la gracia no destruye la naturaleza, que conserva sus debilidades. Cuando Dios da una misión, da las gracias para cumplirla. Pero para que esto suceda, el sacerdote debe ser un "hombre de Dios", en otras palabras, un "hombre del rezo". Este es el secreto de cada apostolado.
En el día de la fiesta de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, el Obispo Fellay otorgó el diaconado a tres seminaristas franceses. Entonces otorgó el sacerdocio a siete seminaristas, todos franceses, más tres monjes capuchinos de Morgon.
